Una de las facetas más irritantes de la zona norte de Los Angeles es que la mayoría de la gente que vive allí parece cortada por el mismo patrón. Uno puede tirarse meses sin conocer a una sola persona que no este vinculada de una forma u otra a la "entertainment industry". 29 veces de cada 30, cuando le preguntas a alguien a que se dedica, la persona en cuestión te contesta que trabaja o aspira trabajar en la industria y luego especifica en cual de las tres ramas: cine, televisión o música. La cajera del supermercado de la esquina, el dependiente de la bolera a la que vas los viernes, la peluquera que te corta el pelo cada mes, el veterinario que le puso la vacuna a tu perro la semana pasada... todos están en Los Angeles por la misma razón. Las circunstancias personales de cada uno son distintas, claro: la primera sueña con conseguir un papel protagonista en una película, el segundo espera firmar un suculento contrato discográfico pronto, la tercera está segura de que algún día le comprarán ese guión en el que ha estado trabajando los 4 últimos años y el cuarto no tiene claro lo que va a hacer ni lo que quiere, pero está seguro de se acabará enchufando de alguna manera. Lo más probable es que ninguno de los cuatro consiga lo que se propone.
Mi amigo Omar y yo aterrizamos en los Angeles a finales del 1999 y nuestra situación no difería mucho de la del resto: mi meta era convertirme en director de fotografía, Omar quería dirigir películas y los dos lo teníamos bastante crudo. No obstante, siempre tuve la impresión de que mi amigo Omar llegaría lejos. Todos sus amigos lo pensábamos y eso que teníamos muy claro que su objetivo era uno de los más difíciles de lograr. En Los Angeles, uno levanta una piedra y aparecen 30 aspirantes a directores debajo. No es de extrañar por tanto, que la mayoría de las puertas de los estudios estén cerradas y a veces se antoja una hazaña imposible el abrirlas. El plan de Omar para colarse por la rendija no era nada original: había escrito un guión en el cual tenía mucha fé y pretendía convencer a un estudio de que le dejara dirigirlo. Omar y yo hablabamos siempre como si dieramos por hecho que aquel guión iba a rodarse algún día y nos pasabamos horas discutiendo sobre como iban a ser los planos de la película y que actores serían los idoneos para interpretar cada uno de los papeles.
Recuerdo que un día, tras ver la película "Croupier", estuvimos un buen rato debatiendo sobre si Clive Owen, sería el actor adecuado para interpretar a "Alan Hackman" el personaje protagonista de la película de Omar. Yo no estaba muy convencido. En un momento determinado pasamos por delante de un video club y al ver el poster "Bicentenial Man" que había en el escaparate yo dije: "¿Que te parece ese para el papel de Alan?" y Omar contestó: "¿Robin Williams? Es demasiado viejo para el papel. Además, es un actor demasiado importante. Jamás trabajaría con un director novel como yo".
Esta mañana pase por delante de un cine en el que hoy se estrena "La Memoria de los Muertos" -el título inglés es "The Final Cut". El protagonista de la película no es otro que Robin Williams y el director es Omar Naïm.
Que vueltas que da la vida.
--
PD: En teoría, el post se acababa aquí, pero pensé que quizás os interesaría leer esto otro. El destino quiso que la revista de cine para la que trabajo, me encargara entrevistar a mi amigo Omar. Este es el texto del artículo que escribí para ellos (la revista en cuestión se llama Travelling y el artículo se publicó en Noviembre):
THE FINAL CUT
EL DIRECTOR OMAR NAÏM NOS CUENTA EL TORTUOSO CAMINO QUE LE LLEVÓ A DIRIGIR SU PRIMER LARGOMETRAJE
A más de un aspirante a director se le ocurre la misma pregunta el día en que se gradúa de la escuela de cine: ¿Y ahora que hago? La respuesta no es nada fácil de encontrar. No existe ningún mapa que le guíe a uno a través del misterioso camino que conduce al éxito profesional. En una industria tan competitiva y cerrada como la del cine es muy difícil saber a que puertas hay que llamar, sobre todo porque la mayoría están cerradas para uno. Hace algo más de tres años, Omar Naïm, un joven libanés afincado en Estados Unidos, luchaba con el mismo dilema. Esta es la historia de como Naïm pasó de trabajar de simple chofer en un rancio concurso de televisión a dirigir su primer largometraje, The Final Cut, una producción de Hollywood de 10 millones de dolares de presupuesto, con Robin Williams de protagonista.
Naïm tenía muy claro cual era el primer paso a seguir: Yo sabía que la forma de que me dejaran dirigir un largometraje era escribir el guión de una película de bajo presupuesto, con una historia que tuviera garra y que encajara en un género determinado, y luego intentar venderlo y luchar para que me permitieran dirigirlo.
Con ese plan en mente, Naïm se sentó a escribir un guión de ciencia ficción con ingredientes de thriller llamado The Final Cut; un título que se podría traducir al español como: El montaje final. El mundo que nos muestra The Final Cut es muy similar al nuestro, con una sola salvedad, en él existe una tecnología que permite grabar la vida entera de una persona con imagen y sonido a través de sus ojos y oídos. Al morir esa persona el material es entregado a un editor, que elabora un video sobre su vida. Alan Hackman, el personaje principal, es un editor especializado en encargos difíciles, que monta las vidas de personas con un pasado turbio. La trama se complica cuando llegan a sus manos unas imágenes comprometedoras.
Me pasé mi último año de carrera editando un documental. Después de pasar tanto tiempo experimentando con el montaje, me di cuenta de lo manipulador que puede llegar a ser ese proceso. En ocasiones, una vez que eliminas un trozo de metraje y ves la versión final de la película sin él, hasta tu mismo te olvidas de que llegó a existir. El montaje final de una película guarda muchas similitudes con la forma en la que uno recuerda su propia vida, pues uno no se acuerda de todos momentos que vive, sino de un resumen, fruto de la interpretación de los mismos. Esa conexión entre la memoria y el montaje se me quedó grabada en el cerebro y fue la semilla de mi idea.
Una vez terminado el guión, Naïm se encontró en un punto muerto. Estaba seguro de que su historia tenía potencial, pero no sabía como hacerlo llegar a las manos adecuadas. Me dije a mi mismo que era imprescindible tener fe en el guión y actuar como si este fuera un proyecto que iba a materializarse. Así, con un poco de suerte, quizás sucedería. De manera que empecé a pre-visualizar la película y a hacer storyboards. Quería rodar esta película a cualquier precio y me daba igual donde, ya fuera en Europa, el Líbano o en Estados Unidos.
La respuesta a su problema le llegó de la mano de Randa Chahal, una directora libanesa amiga suya. Le envié le guión, solo quería que me diera su opinión, pero a Randa le gustó tanto que me sugirió que lo presentara al proyecto Equinoxe, del cual yo no había oído hablar hasta entonces.
Equinoxe es un prestigioso taller de guiones, en el que se concursa para ser admitido. Cada año se seleccionan tan solo 12 guiones entre cientos de aspirantes. Los ganadores del concurso viajan a Francia y participan durante varios días en un taller intensivo en el que reputados profesionales del medio les ayudan a mejorar sus guiones. Entre esos profesionales no solo hay guionistas, sino también productores y directores.
¡Me aceptaron! Entonces pensé que la película estaba predestinada a ser rodada en Europa, que esta era mi gran oportunidad para causar buena impresión entre los productores europeos que acudían al taller, pero al final resultó que la gente que se interesó por mí fueron todos de Estados Unidos. Allí conocí a Bob Bookman, que luego se convirtió en mi agente y a Jonathan Nossiter, un director, que me puso en contacto con Nick Wechsler, la persona que acabaría produciendo mi película. Cuando volví a Los Angeles, les envié a Bob y a Nick el último borrador de The Final Cut y por suerte les gustó mucho a los dos. Nick tenía mucha experiencia trabajando con directores noveles y creyó en mi desde un principio. Estoy aquí gracias a que Nick tuvo el coraje de apostar por mi.
En un par de semanas, Naïm pasó de no tener representación artística a firmar con CAA, una de las agencias de talentos más prestigiosas de la industria, y a contar además con Wechsler como escudero. Era un gran paso adelante para Naïm, pero aún le quedaba mucho camino que recorrer. Todavía tenía que convencer a un estudio de que estaba capacitado para dirigir un largometraje.
DE GIRA POR LOS DESPACHOS
Escribí un manifiesto de 10 páginas en el que detallaba la forma en la que pensaba dirigir la película y con la ayuda de un dibujante, preparé un dosier con storyboards. Con esas armas bajo el brazo, Nick y yo empezamos a llamar a las puertas de todos los estudios de Hollywood. Fue una época realmente estresante en la que sentía como si mi futuro entero dependiera del éxito de cada reunión, pero supongo que ese tipo de presión hace brotar lo mejor de algunas personas. Logramos que 5 productoras se interesaran en el proyecto. Lions Gate fue la última en llegar, pero al final nos quedamos con ella. Algunas productoras querían cambiar el material, otras proponían presupuestos que no eran realistas. Lions Gate estuvo siempre en sincronía con nosotros y nos propuso el mejor plan, incluso se comprometía a respaldar el proyecto conmigo como director. Solo nos pusieron una condición: si en el plazo de un año no éramos capaces de firmar con un actor de peso para el papel principal, ellos se reservarían el derecho de hacer la película con otro director. Era algo que me esperaba y que no me preocupó en absoluto. A esas alturas estaba convencido de que era la persona ideal para el trabajo y sería fácil convencer a los actores. A veces, cuanto menos sabe uno, más huevos le echa.
Por aquella época, el guión llevaba ya un tiempo circulando por los despachos de la ciudad y había adquirido cierta popularidad entre la gente del mundillo. Eso hizo que las posibilidades de Naïm de conseguir al actor que necesitaba se multiplicaran y empezaron a barajarse nombres de verdadero calado.
Era como un sueño, hermoso y aterrador a la vez. De repente, nombres como Edward Norton y Matt Damon se convirtieron en Ed y Matt. Mi opción inicial para el papel principal fue Clive Owen, pero en aquella época el no era aún una estrella. El estudio tenía sus dudas y al final cambié de opinión, así que nunca llegamos a contactar con él. A medida que pasaba el tiempo me iba dando cuenta de que necesitaba un actor de más edad, alguien con calidez natural, que desprendiera humanidad. Cuando surgió el nombre de Robin Williams, tuve que pararme y pensar. Releí el guión con Robin en la cabeza y lo redescubrí. Ahora es por completo la película de Robin. Él conquistó al personaje y le volvió real.
Naïm se dio cuenta entonces de que no solo tenía a su alcance a actores famosos, sino también a los mejores profesionales del medio. Tuve una ocurrencia muy arrogante. Me figuré que ya que esta película trataba sobre el mundo de los editores, cualquier editor estaría encantado de trabajar en ella. Así que apunté a la primera persona de mi lista, Dede Allen. Su película Rojos tuvo en su día una gran influencia en mi forma de concebir el arte del montaje, sobre todo por su estructura. A Dede le gustó el guión, accedió a verme en persona, yo le enseñé los storyboards
y para mi sorpresa me dijo que sí en seguida.
Animado por el éxito con Allen, Naïm se animó a sondear a otro de sus ídolos, el director de fotografía Tak Fujimoto. El suyo fue uno de los primeros nombres de operadores que memorice, cuando apenas tenía 14 años. Me familiaricé con su trabajo a través de sus películas con Jonathan Demme. Su forma de iluminar es muy precisa y a la vez rebosa sentimiento. Estaba tan nervioso el día que me entrevisté con él que creo que no logré respirar en toda la reunión. La gente siempre te advierte que los directores de fotografía no suelen tomar muy en serio a los directores noveles, así que yo estaba un poco a la defensiva. Pero Tak no es así. Es un tipo muy gentil y de hablar pausado. Le encantó el guión y apreció el hecho de que yo hubiera hecho mis deberes con antelación, así que accedió a trabajar en la película.
LUZ VERDE
Con tres pesos pesados como Williams, Allen y Fujimoto a bordo, el estudio no tardó en dar el visto bueno al proyecto. La pre-producción de la película comenzó en Vancouver, Canada, en Marzo de 2003. Naïm se enfrentaba a un nuevo reto. Su experiencia se limitaba al rodaje de cortos en un ámbito puramente académico y no sabía si existía algún hueco en su formación que pudiera pasarle factura durante el rodaje.
Mientras trabajaba en esta película, tenía dos ideas danzando permanentemente en la cabeza a la vez: Sé lo que hago, puedo hacerlo y no tengo ni idea de lo que estoy haciendo ¡y se van a dar cuenta! De alguna manera, esas dos ideas coexistían. Pronto comprendí que el mecanismo de una película es siempre el mismo, sin importar el tamaño del presupuesto. La mayoría de mis conocimientos en el campo del corto eran extrapolables al terreno del largometraje. Uno siempre necesita localizaciones, actores, cámaras, luces, permisos, extras, comida, un plan detallado
Una de las virtudes de la escuela en la que estudié es que le daba a uno la oportunidad de trabajar en muchos rodajes y todos ellos funcionaban con la misma estructura jerárquica que utiliza Hollywood, así que tenía muy claro como comportarme con el equipo técnico. La lección más importante que aprendí es que YO era el director, así que los demás tenían que facilitarme el trabajo y no al revés. Recuerdo un día en que me preocupé porque había mucho trafico e iba a llegar tarde a una reunión. Estaba sudando de los nervios y Tak se giró y me dijo: Eres el director. Que te esperen y yo pensé: Tiene razón
siempre me olvido de eso.
EL DÍA D
La noche antes del rodaje deseaba con todas mis fuerzas morirme para no tener así que acudir al rodaje al día siguiente. Recuerdo que ya por la mañana, mientras caminaba hacia el lugar donde íbamos a rodar el primer plano y a medida que iba dejando atrás filas y más filas de camiones y roulottes, y sorteando cables, generadores y luces; pensé: ¡Pero que he hecho! Toda esta gente está aquí por mi! Aquel día nos tocaba rodar una buena mezcla entre planos difíciles y planos sin complicaciones. Empecé a hacer mi trabajo y antes de darme cuenta el día había acabado y yo había sobrevivido. Durante meses me sentí algo avergonzado por aquella reacción previa al rodaje, hasta que escuche de boca de otros directores que es algo muy común y que de hecho es un temor que te acompaña durante toda tu carrera. Es realmente terrorífico llegar a un set por la mañana y encontrarse con todos los actores y el equipo técnico mirándote fijamente, esperando que les digas lo que tienen que hacer. Creo que un director es en realidad un actor representando el papel de un director. La actitud de un director marca por completo la pauta de la de todos los demás.
El tener a Tak a mi lado en el set me ayudó enormemente en mi relación con el resto del equipo técnico. No es fácil ganarse el respeto de los curtidos eléctricos y maquinistas, pero ellos vieron que Tak apoyaba mis decisiones y me dieron una oportunidad. No tardaron en acostumbrarse a mi forma de trabajar. Las diferencias de edad y experiencia entre nosotros desaparecieron rápidamente y fueron sustituidos por el respeto mutuo y una fabulosa energía colaborativa. Durante el rodaje, tenía la impresión de que todo el mundo estaba disfrutando realmente con su trabajo, que todos nos dejábamos el resto por una película que amábamos. Por lo que he oído, este tipo de atmósfera no es muy común en otros rodajes, pero yo intentaré que se repita en mis futuras películas.
Meses antes, durante el periodo de negociaciones, una de las consignas que Naïm repetía sin cesar a los ejecutivos era que él se sentía muy cómodo tratando con actores. Argumentaba que les entendía muy bien, porque se había criado entre ellos su madre es actriz, pero en realidad no las tenía todas consigo. En realidad lo decía para compensar el hecho de que no tenía mucha experiencia trabajando con actores. Necesitaba que el estudio confiara en mi. En un principio, me intimidaba la idea tener que decirles a dos ganadores de un oscar, como Robin y Mira Sorvino, que es lo que estaban haciendo mal, pero ese miedo desapareció rápido. Me di cuenta de que a los actores les gusta que les dirijan. Necesitan saber que el director está profundamente inmerso en el momento que ellos tratan de crear. Que uno se muestre comedido no les ayuda en absoluto. Por otro lado me tranquilizaba saber que cobraban muy poco dinero por trabajar en esta película. Eso significaba que estaban ahí porque lo deseaban, en calidad de artistas. Yo tenía la ventaja de que había escrito el guión y el guión es muy detallado. A menudo no tenía que decirles nada. Otras veces bastaba con una o dos palabras, una simple idea que desencadenara nuevas ideas. Me gusta cultivar un aire de complicidad con cada uno de mis actores, la impresión de que tan solo nosotros dos conocemos de verdad al personaje y que tenemos que darle vida juntos.
Una vez finalizado de rodaje, el trabajo de gente como Fujimoto o Williams había concluido y eran libres de embarcarse en nuevos proyectos, pero a Naïm aún le quedaban por delante muchos meses de trabajo en la sala de montaje acompañado de Dede Allen y Robert Brakey. Sabía que el proceso de post-producción me deparaba muchas sorpresas, pero la más inesperada de todas me la llevé durante la mezcla de sonido. La mezcla se hace cuando el montaje de la imagen ya está terminado, de manera que uno tiene la falsa impresión de que el trabajo ya está todo hecho, pero en realidad, el sonido no empieza a adquirir verdadera forma hasta que llega la mezcla. En apenas una semana uno tiene que crear todos los matices sonoros que dan vida a una película, mientras que el equivalente a ese proceso en el terreno visual dura meses. Mi primera mezcla no fue muy buena, sobre todo debido a mi inexperiencia. Desconocía el verdadero potencial del sonido como elemento dramático. El volumen de la música estaba demasiado alto y eso ahogaba todo el sonido ambiente. Los detalles como los ruidos de los coches pasando o el del roce de la ropa al caminar se perdían. El resultado fue que el filme adoptó una apariencia muy abstracta al faltarle los sonidos de la vida real. Afortunadamente, tuve una segunda oportunidad de mezclar y arreglé el problema. Y la película se volvió mucho más humana.
EL VERDADERO EXAMEN
Ahora que la película ya está terminada a Naïm le queda una última prueba que superar; la más importante de todas, la de la audiencia. Tras ser exhibida en dos festivales, Berlin y Deauville y ganar el premio al mejor guión en este último, The Final Cut se estrenará en Estados Unidos en Octubre. Es en el estreno cuando un director novel se juega realmente su futuro; pues al fin y al cabo, si un estudio produce películas es para ganar dinero. Lo desconcertante es que el factor público solo tiene un efecto limitado en la recaudación final de una película. Es una simple cuestión de matemáticas: si una película se estrena en tres mil salas alrededor del país, ganará mucho más dinero que si lo hace solo en trescientas, y quien decide el numero de salas en las que se exhibirá una película no son los espectadores, sino el propio estudio. Cuanta más fe tenga un estudio en una película, más dinero se gastará en promoción y más presionará a las cadenas de cines para que exhiban su producto. Por eso, una buena o una mala reacción por parte de la crítica puede catapultarte o hundirte, porque los estudios escuchan con atención ese tipo de opiniones. Por lo que respecta al público, Omar Naïm está tranquilo.
Nunca me rompí la cabeza tratando de averiguar que es lo que le agrada ver al espectador medio y lo que no. Ese no es mi trabajo. Mi objetivo era hacer el tipo de película que a mi me gusta ver y que nadie hace, una combinación entre lo mejor del cine americano y del resto del cine internacional y que con suerte le gustaría a otra gente también. Crecí en un país árabe, viendo películas que nunca eran árabes. Eran historias que sucedían en lugares remotos, que no me eran en absoluto familiares y que mostraban a personas que tenían siempre un aspecto muy distinto al mío. Creo que a consecuencia de eso nunca fui al cine con la idea de buscarme a mi mismo, sino a otras personas. En mi opinión, no es indispensable que el publico se identifique con el protagonista; que este les caiga bien. Lo verdaderamente importante es que el personaje en cuestión les resulte interesante. Michael Corleone no es un tipo agradable.
Sea cual sea la recaudación final en taquilla, nadie puede quitarle a Naïm la experiencia vivida. Los sentimientos que este proceso me ha inspirado han sido verdaderamente intensos. Esto es algo con lo que he soñado desde que tenía 13 años y por fin se me presentó la oportunidad de hacerlo. Mi mayor miedo no fue nunca que la oportunidad se desvaneciera a medio camino, o que alguien se aprovechara de mi, lo que de verdad me preocupaba era no poder demostrar con hechos todas las promesas que hice durante esos meses de negociaciones. La mezcla entre entusiasmo, miedo y adrenalina le da a uno mucha energía. En cierto modo, cabalgue sobre ese cóctel de hormonas y locura durante meses. Creo que es así como la gente sobrevive un rodaje tras otro.